Promotora
de la festividad de la
Divina Misericordia , tuvo una relación profunda con las almas
del purgatorio. En su Diario recoge bastantes experiencias espirituales
referentes a quienes viven en estado de purificación.
Estando de
vacaciones en Skolimów, nos cuenta: "Vi al Ángel de la Guarda que me dijo que le
siguiera. En un momento me encontré en un lugar nebuloso, lleno de fuego y
había allí una multitud de almas sufrientes. Estas almas estaban orando con
gran fervor, pero sin eficacia para ellas mismas; sólo nosotros podemos
ayudarlas. Las llamas que las quemaban, a mí no me tocaban. Mi Ángel de la Guarda no me abandonó ni
por un solo momento.
Pregunté
a estas almas ¿cuál era su mayor tormento? Y me contestaron unánimemente que su
mayor tormento era la añoranza de Dios. Vi a la Madre de Dios que visitaba a
las almas en el purgatorio... Ella les trae alivio. Deseaba hablar más con
ellas; sin embargo mi Ángel de la
Guarda me hizo seña de salir. Salimos de esa cárcel de
sufrimiento. [Oí una voz interior] que me dijo: Mi misericordia no lo desea,
pero la justicia lo exige.
A partir
de aquel momento me uno más estrechamente a las almas sufrientes".
Desde su noviciado Sor Faustina tenía comunicaciones con almas en el purgatorio:
"Cuando llegamos al noviciado, la hermana X. estaba muriendo. Unos días
después vino la hermana ... y me mandó ir a la Madre Maestra y
decirle que su confesor, Padre Respond, celebrara a su intención una Santa Misa
y tres jaculatorias. Al principio consentí, pero al día siguiente pensé que no
iría a la Madre Maestra ,
porque no entendía bien si había sido un sueño o realidad. Y no fui. La noche
siguiente se repitió lo mismo pero más claramente; no lo dudaba. No obstante a
la mañana siguiente decidí no decirlo a la Maestra. Se lo diría
sólo cuando la viera durante el día. Un momento después la encontré [a aquella
hermana fallecida] en el pasillo; me reprochaba que no había ido enseguida y mi
alma se llenó de gran inquietud. Entonces fui inmediatamente a hablar con la Madre Maestra y le
conté lo que había sucedido. La
Madre dijo que ella lo arreglaría. Enseguida la paz volvió a
mi alma y tres días después aquella hermana vino y me dijo: 'Dios se lo
pague'."
El valor
de la Santa Misa
a favor de las almas en pena es maravilloso. Las jaculatorias indulgenciadas
también les sirven de alivio. Las almas del purgatorio ya no pueden merecer;
nosotros, sí. Por eso, la
Iglesia militante no puede desentenderse de la Iglesia en su estado de
purificación definitiva.
Cualquier
tipo de oración por las almas del purgatorio les sirve de ayuda y alivio.
Nos
cuenta en su Diario Santa Faustina: "En la víspera del día de los
difuntos, cuando al atardecer fui al cementerio que estaba cerrado, entreabrí
un poco la puerta y dije: Si desean, queridas almas, alguna cosa, la haré con
gusto, dentro de lo que me permite la regla. Entonces oí estas palabras: Cumple
la voluntad de Dios. Nosotras somos felices en la medida en que hemos cumplido
la voluntad de Dios. Por la noche aquellas almas vinieron y me rogaron orar;
recé mucho por ellas. Mientras la procesión volvía del cementerio, vi una
multitud de almas que junto con nosotras iban a la capilla, rezaban junto con
nosotras. Recé mucho porque tenía el permiso de las Superioras".
Dios
aplica según su santa voluntad las oraciones que se hacen por las almas que
están en purificación: "Una vez, -nos dice Santa Faustina-, cuando entré
en la capilla por cinco minutos de adoración y recé por cierta alma, comprendí
que no siempre Dios acepta nuestras plegarias por aquellas almas por las cuales
rogamos, sino que las destina a otras almas, nuestra plegaria no se
pierde".
El
purgatorio no es más que un proceso integrador y purificativo de la persona
humana, que "desemboca necesaria e inevitablemnete en la consumación del
hombre, es decir, en la visión intuitiva de Dios"
Escribía
así Santa Faustina: "2 de noviembre 1936. Por la tarde, después de las
vísperas fui al cementerio. Después de rezar un momento, vi a una de nuestras
hermanas que me dijo: Estamos en la capilla. Comprendí que debía ir a la
capilla y rezar allí para adquirir indulgencias. Al día siguiente, durante la Santa Misa vi tres
palomas blancas que se alzaron del altar hacia el cielo. Comprendí que no
solamente estas tres almas queridas que había visto fueron al cielo, sino
también otras muchas que habían muerto fuera de nuestro instituto. Oh, qué
bueno y misericordioso es el Señor".
En la
novena de la divina Misericordia según Santa Faustina Kowalska, el octavo día
está dedicado a pedir por las almas del purgatorio: "Hoy, tráeme a las
almas que están en la cárcel del purgatorio y sumérgelas en el abismo de mi
misericordia. Que los torrentes de mi Sangre refresquen el ardor del
purgatorio. Todas estas almas son muy amadas por Mí. Ellas cumplen con el justo
castigo que se debe a mi Justicia. Está en tu poder llevarles alivio. Haz uso
de todas las indulgencias del tesoro de mi Iglesia y ofrécelas en su nombre...
Oh, si conocieras los tormentos que ellas sufren, ofrecerías continuamente por
ellas las limosnas del espíritu y saldarías las deudas que tienen con mi
justicia".
Entre las
limosnas del espíritu están también el ayuno y la obediencia. "Por la
noche -nos dice Sor Faustina- vino a verme una de las hermanas difuntas y pidió
un día de ayuno y que ese día ofreciera por ella todas las prácticas de piedad.
Le contesté que estaba de acuerdo". "Inmediatamente después de la Santa Misa pedí a la Madre Superiora
permiso para ayunar, sin embargo no lo recibí por estar enferma. Al entrar en
la capilla oí estas palabras: '¿Si usted, hermana, hubiera ayunado, yo hubiera
recibido alivio sólo esta noche, pero por la obediencia que le ha prohibido
ayunar, he recibido el alivio inmediato. La obediencia tiene un gran poder'.
Después de esas palabras oí: Dios se lo pague".
La
oración era un recurso frecuente en Santa Faustina a favor de las almas del
purgatorio: "Una noche vino a verme el alma de cierta jovencita y me hizo
sentir su presencia dándome a conocer que necesitaba mi oración. Recé un
momento, pero su espíritu no se alejó de mí. Entonces dije dentro de mí: Si
eres un espíritu bueno, déjame en paz y las indulgencias de mañana serán para
ti. En aquel momento, ese espíritu abandonó mi habitación; conocí que estaba en
el purgatorio".
Toda
persona en estado de gracia puede orar con provecho por las benditas almas;
probablemente es necesario, al menos, hallarse en estado de gracia santificante
para ganar las indulgencias por los difuntos.
El
Concilio Vaticano Segundo hizo profesión de fe en la Iglesia Sufriente
diciendo: "Este Sagrado Concilio recibe con gran piedad la venerable fe de
nuestros hermanos que se hallan en gloria celeste o que aun están purificándose
después de la muerte". Aunque no sea doctrina definida, se mantiene como
doctrina común que sufrimiento mayor del Purgatorio consiste en la "pena
de ausencia", porque las almas están temporalmente privadas de la visión
beatifica.
Sin
embargo, no hay comparación entre este sufrimiento y las penas del Infierno. Es
temporal y por eso lleva consigo la esperanza de ver a Dios algún día cara a
cara. Las almas lo llevan con paciencia, pues comprenden que la purificación es
necesaria. La aceptan generosamente por amor de Dios y con perfecta sumisión a
su voluntad. Es probable que las penas del Purgatorio van disminuyendo
gradualmente de manera que en las etapas finales no podemos comparar los
sufrimientos de este mundo con los que padece un alma próxima a la visión de
Dios. Pero las almas experimentan también inmensa alegría espiritual. Están
totalmente ciertas de su salvación. Tienen fe, esperanza y caridad. Saben que
ellas mismas están en amistad con Dios, confirmadas en gracia y sin poder
ofenderle. Aunque las almas en el Purgatorio no pueden merecer, sin embargo
pueden orar y obtener el fruto de la oración, para quienes se lo solicitan.
El poder
de su oración depende del grado de santidad. Es cierto que pueden orar por los
que viven en la tierra. Por la
Comunión de los Santos entendemos que están unidas a la Iglesia militante. Debemos
animarnos a invocar su ayuda con la confianza de que ellas nos escuchan.
Entienden perfectamente nuestras necesidades, por que las experimentaron y porque
están agradecidas a las oraciones, sacrificios y santas Misas que ofrecemos por
ellas.
Conclusión
La
devoción a las benditas almas del purgatorio por parte de la Iglesia militante no es un
lujo; es un deber. Los fieles en este mundo tenemos obligaciones de
caridad fraterna con las almas del purgatorio, que ya han dejado de merecer. Lo
que el Señor Jesús manifestó a Santa Faustina vale en su tanto para cada uno de
nosotros. "El Señor me dijo: Entra a menudo en el purgatorio, ya que allí
te necesitan. Entiendo, oh Jesús, el significado de estas palabras que me
diriges, pero permíteme primero entrar en el tesoro de tu Misericordia".
Desde el
Trono de la misericordia de Dios nuestras oraciones y sacrificios por las almas
del purgatorio serán eficaces y les atraerán gracias abundantes por la
compasión de Dios. Y las almas liberadas por nuestro medio no dejarán de
mostrarnos su inmenso agradecimiento en el tiempo y en la eternidad,
intercediendo por nosotros como un ejército que intercede por nosotros.
("Nuevo
Pentecostés" nº 83)
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