miércoles, 23 de octubre de 2013

SANTA FAUSTINA

BIOGRAFIA SANTA MARÍA FAUSTINA

La Trinidad Divina establece e impulsa, sostiene y alienta la historia de la salvación de tal modo, que sin tocar la libertad y la voluntad del hombre al que respeta hasta el extremo (quien lo redimió sin su colaboración no quiere salvarlo sin su consentimiento y plena aceptación del Don de la Vida Eterna), en cada momento actúa libremente a favor del hombre proporcionándole los medios necesarios para su salvación. Cristo es el Salvador único y verdadero y el único Camino, la única Verdad y la única Vida por el que el Padre lleva a plenitud el proyecto de amor y comunión que desde toda la eternidad sueña para el hombre, para todo hombre que viene a este mundo. Pero en cada momento esa única y definitiva salvación resplandece para el hombre con una luz nueva, intensificando, según las exigencias del momento, uno u otro aspecto del misterio infinito del Cristo Total.
          Una nueva llamada de Dios a la humanidad se ha producido en nuestros días, en el corazón mismo de una Europa dividida y lacerada, hasta lo más profundo de sus raíces, por ideologías y enfrentamientos bélicos de dimensiones universales y de consecuencias humanamente irreparables, en el orden del espíritu y de la conciencia moral y religiosa. Entre la Primera Guerra Mundial y el inicio de la Segunda Guerra Mundial, desde los años 1931 a 1938 Jesucristo Resucitado se manifestó a Sor Faustina Kowalska, religiosa profesa de las Hermanas de Ntra. Sra. de la Misericordia, en el convento de Plock en Polonia. En estas manifestaciones Jesucristo le confía el mensaje del amor Misericordioso de Dios como una fuente de  salvación y gracias para todos los hombres. El mensaje recibido por Sor Faustina y la espiritualidad que de él brota se difundió rápidamente en el Pueblo de Dios.
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          Santa Faustina Kowalska nació el 25 de agosto de 1905 en Polonia, en la aldea de Glogowiec al oeste de la ciudad de Lódz. Era la tercera de diez hijos de Estanislao Kowalski y Marianna Kowalska. Fue bautizada en la Iglesia parroquial de Swinice Warkie con el nombre de Elena. Desde pequeña se destacaba por su piedad, el amor a la oración, la laboriosidad, la obediencia y por una gran sensibilidad ante la pobreza humana. Su educación escolar fue muy breve, no duró apenas tres años, al cumplir 16 años abandonó la casa familiar para trabajar de sirvienta en Aleksandrów y Lódz para  mantenerse a sí misma y ayudar a sus padres.
          Ya desde los 7 años Elena sintió en su alma la llamada a la vida religiosa, dos años antes de recibir la primera comunión, pero sus padres no le dieron el permiso para que entrara en el convento. Ante la negativa la niña intentó apagar dentro de sí la llamada del Señor; sin embargo, apresurada por la visión de Cristo sufriente y las palabras de reproche: "¿Hasta cuándo Me harás sufrir, hasta cuándo Me engañarás?"   empezó a buscar ser aceptada en algún convento. Pero donde llamaba la despedían. Finalmente, el 1 de agosto de 1925, pasó el umbral de la clausura de la casa de la Congregación de la Madre de Dios de la Misericordia, en la calle Zytnia, en Varsovia. En su Diario confesó: “Me pareció que entré en la vida del paraíso. De mi corazón brotó una sola oración, la de acción de gracias”.
          Unas semanas después sintió una fuerte tentación de trasladarse a otro convento donde pudiera tener más tiempo para rezar. Entonces el Señor Jesús, enseñándole su faz desgarrada y martirizada dijo: “Tú Me causarás un dolor semejante, si sales de esta Congregación. Te he llamado aquí y no a otro lugar, y te tengo preparadas muchas gracias”
                  En la Congregación recibió el nombre de Sor María Faustina. El noviciado lo pasó en Cracovia, donde en presencia del Obispo St. Rospond hizo los primeros votos y cinco años después los votos perpetuos de castidad, pobreza y obediencia. Trabajó en distintas casas de la Congregación. Pasó periodos más largos en Cracovia, Plock y Vilna trabajando como cocinera, jardinera y portera.
          Para alguien que observara desde fuera nada hubiera delatado su extraordinaria y rica vida mística. Cumplía sus deberes con fervor, observaba fielmente todas las reglas del convento, era recogida y piadosa, pero a la vez natural, alegre, llena de amor benévolo y desinteresado por todos.
         Toda su vida se concentraba en caminar con constancia a la cada vez más plena unión con Dios y en una abnegada colaboración con Jesús en la obra de la salvación de las almas. “Jesús mío Tú sabes que desde los años más tempranos deseaba ser una gran santa, es decir, deseaba amarte con un amor tan grande como ningun alma te amó hasta ahora”.
          El Diario revela la profundidad de su vida espiritual. Una lectura atenta de estos escritos permite conocer un alto grado de unión de su alma con Dios; permite conocer hasta qué punto Dios se entregó a su alma y evidencia también sus esfuerzos y combates en el camino hacia la perfección cristiana. El Señor la colmó de muchas gracias extraordinarias: los dones de contemplación y de profundo conocimiento del misterio de la Divina Misericordia, visiones, revelaciones, estigmas ocultos, los dones de profecía, de leer en las almas humanas, y de desposorios místicos. Colmada de tantas gracias, escribió: “Ni las gracias, ni las revelaciones, ni los éxtasis, ni ningún otro don concedido al alma la hacen perfecta, sino la comunión interior del alma con Dios... Mi santidad y perfección consisten en una estrecha unión de mi voluntad con la voluntad de Dios”
          El austero modo de vida y los agotadores ayunos que practicaba desde antes de entrar en el convento, debilitaron tanto su organismo que siendo postulante fue enviada al balneario de Skolinów, cerca de Varsovia, para recuperar la salud. Tras el primer año de noviciado, le vinieron experiencias místicas sumamente dolorosas: las de la llamada noche oscura y sufrimientos espirituales y morales relacionados con la realización de la misión que le fue encomendada por el Señor. Sor Faustina se ofreció como víctima por los pecadores y con este propósito experimentó también diversos sufrimientos para, a través de ellos, salvar las almas de aquellos. En los últimos años de su vida aumentaron los sufrimientos interiores, la llamada noche pasiva del espíritu y las dolencias del cuerpo, se desarrolló la tuberculosis que atacó los pulmones y el sistema digestivo. A causa de ello dos veces fue internada en el hospital de Pradnik en Cracovia por varios meses.
          Extenuada físicamente por completo, pero plenamente adulta de espíritu y una intensa unión mística con Dios, falleció en olor de santidad el 5 de octubre de 1938 a los 33 años de los que 13 los pasó en el convento. Su cuerpo fue sepultado en la tumba común  del cementerio de la Comunidad de Cracovia –Lagiewniki y luego durante el proceso informativo en 1966 trasladado a la capilla.
          A esta sencilla monja sin grandes estudios pero valerosa y abandonada totalmente en Dios, el Señor Jesús le confió una gran misión: el mensaje de la misericordia dirigido a todo el mundo “Te envío a toda la humanidad con Mi misericordia. No quiero castigar a la humanidad doliente, sino que deseo sanarla, abrazarla en mi Corazón Misericordioso. Tú eres la secretaria de Mi Misericordia; te he escogido para este cargo, en ésta y en la vida futura... para que des a conocer a las almas la gran misericordia que tengo con ellas, y que las invites a confiar en el abismo de Mi Misericordia”.
          El Señor Jesucristo, en su inescrutable voluntad, quiso elegir a esta sencilla religiosa, sin amplia cultura ni especial formación intelectual, pero dotada de una sensibilidad espiritual y religiosa exquisitas, para ser el apóstol de su Misericordia. Todo esto elevó su espíritu a las más altas cimas de la contemplación y fue esto lo que le posibilitó conocer con una profundidad admirable el misterio insondable del amor misericordioso del Padre manifestado en Jesucristo.  
“La intuición de esta hermana sencilla que apenas sabía el catecismo en asuntos sutiles y muy relacionados con la psicología de la sociedad contemporánea, sólo puede explicarse atribuyéndole una intervención e iluminación sobrenatural. Mas de un teólogo, tras largos estudios, no hubiera podido dar solución a estos problemas con tanta facilidad como lo hizo Sor Faustina”

         Un “sello” especial de su vida mística fue el sufrimiento. Las intensísimas y dolorosísimas experiencias místicas, las llamadas por San Juan de la Cruz “noches pasivas” y “noches oscuras”, además de los sacrificios voluntarios que ofrecía continuamente por los pecadores y la conversión de los hombres a Dios. En todo se unía a la voluntad de Dios con una disponibilidad absoluta ofreciendo sus diversos sufrimientos para participar más plenamente en la obra redentora de Jesucristo.
          La superiora general de la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia, madre Michaela Moraczewska, escribió en su memorial: “Lo que más me sorprendió y sigue sorprendiendo en Sor Faustina, un síntoma extraordinario que se acentuó especialmente durante los últimos meses de su enfermedad, fue el olvido absoluto de sí misma en aras de su entrega total a la propagación del culto a la Divina Misericordia. Era lo único que le ocupaba”.
    Sobre la forma que cumplió sus deberes basten estas palabras del Señor Jesús a Santa Faustina, por sus atenciones a los pobres que venían a la puerta del convento: "Hija Mía, han llegado a mis oídos las bendiciones de los pobres que alejándose de la puerta Me bendicen y Me ha agradado esta misericordia tuya dentro de los límites de la obediencia y por eso he bajado del trono para gustar el fruto de tu misericordia" (Diario,1312). Es que también Jesús había ido a la puerta del convento bajo la apariencia de un joven pobre, en un día lluvioso y frío. Santa Faustina, sin reconocerlo, le dio un poco de sopa caliente y pan.
          Leyendo su Diario, compuesto por seis cuadernos de notas y relatos espirituales, llegamos a la conclusión espontánea de que estamos, ciertamente, ante una de las más grandes místicas de este siglo y de la historia de la Iglesia, que dará mucha luz a las conciencias y ayudará grandemente en el itinerario espiritual de quien se acerque a ella para iluminar su seguimiento del Señor. “Durante la vida de Sor Faustina en la tierra sólo sus confesores y superiores conocieron su estrecha unión con Dios y la misión que Él le encomendó. La profundidad de su vida mística, la inconcebible belleza y la inmensidad del misterio de la Divina Misericordia, así como su misión dirigida al mundo contemporáneo, son presentados acabadamente en el Diario, cuya edición crítica en polaco apareció en el año 1981 Esta obra, escrita por Sor Faustina siguiendo el mandato de Jesús, figura entre las perlas de la literatura mística”.


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